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Trude Goldschmidt

Trude Goldschmidt a veces casi no puede creer cuánta suerte tuvo en su vida. Entonces dice: „¡uno no se lo puede imaginar!“. Muchas veces en su vida encontró a personas que la apoyaron, que estuvieron con ella. Eso la marcó. Se la ve radiante.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Ya desde niña la pequeña Trude es una persona alegre. Quizás porque nació en el bajo Rin? El 12 de septiembre de 1919 nace bajo el nombre de Trude Jacob en Dinslaken. Ya con cinco años va al colegio. Demasiado temprano, según dice hoy. Pero daño no le hizo. Sigue siendo una niña despierta.

Los nazis deshacen sus planes para el futuro

Más adelante quiere ser profesora de deportes. Pero los nazis deshacen sus planes para el futuro. No puede terminar los cursos de la escuela superior de mujeres. En cambio comienza un aprendizaje de modista y va a la escuela profesional en Wesel. Termina el aprendizaje con un examen de oficio con la nota „muy bien“. Que ella, como judía, pudiera hacer un aprendizaje después de 1933 fue muy inusual. Y que pudiera completar el aprendizaje fue casi un milagro, según ella. „Yo tenía una relación fantástica con mi profesora. Era tan agradable y buena, no se lo puede imaginar“. Solo por ella las compañeras también la trataban bien. De eso está segura. Hasta el final esta señorita Kersting mantuvo su mano protectora sobre Trude.

„A los judíos no se les permitía hacer nada“

Sin embargo se daba cuenta que ella era distinta de los otros, cuenta Trude Goldschmidt y de repente se pone muy seria. „A los judíos no se les permitía hacer nada“. Un joven que va a la misma escuela profesional la acompaña igualmente todos los días hasta el tren. „A mí me parecía terriblemente peligroso“, dice. A pesar del miedo, sin embargo eso la ponía contenta.

„Mis padres no se daban cuenta de nada“

El miedo al futuro a pesar de las experiencias positivas, es cada vez más fuerte. Trude, que entretanto se había casado, quiere emigrar. Pero su padre, un oficial alemán, no la quiere dejar ir. „Mis padres no se daban cuenta de nada“.Trude Goldschmidt sale de Génova junto a su marido y su hermano el 3 de Noviembre de 1938. Solo seis días después su casa natal es destruída. Hasta 1942 los padres y una hermana viven con familiares en Moers en la casa de la abuela. Y más tarde los deportan al campo de concentración. Todos los tres pierden la vida. „Todos, todos. También los hermanos de mi padre y los sobrinos. Todos.“

Como si lo hubieran presentido que nunca más volverían a verse, la despedida fue muy dolorosa. „¡Horrible! ¡Espantoso!“ exclama. „Por primera vez vi que mi padre lloraba. Fue escalofriante“. Pero no hubo camino atrás. Con una visa de turista, Trude y los dos hombres viajan al Uruguay.

„Creo que hoy me hubiera muerto de miedo“

Sin embargo Trude tiene suerte. Mientras los dos hombres se pasan el día en la playa del Río Paraná porque no encuentran trabajo, para ella „es terriblemente simple“. Se ríe, „había una mujer encantadora, que antes también cosía y esa le dijo: „ven, hija, te doy toda mi clientela“. Y de allí en adelante ella tenía un montón de trabajo. Pero como su marido no veía un futuro para sí en el Uruguay, viaja con una visa de turista a Buenos Aires. Y decide emigrar con su Trude y el hijo que había nacido en el ínterin. Y como no pueden ingresar legalmente al país, el padre con el hijo va a la Argentina una segunda vez con una visa de turista mientras que la joven madre atraviesa el Río Paraná a remo con dos jóvenes „en la noche y en las tinieblas“. „Fue bárbaro“ recuerda hoy la anciana de 86 años. „Cuando uno es joven uno no se lo toma como dramático. „Creo que hoy me hubiera muerto de miedo.“

„¡Cómo nos ayudaron!
¡Increíble!“

Al final todo va bien y comienzan nuevamente en Buenos Aires. En 1948 incluso pueden legalizar su estadía. „Me dieron una cédula, pero como alemana“. Nunca se hizo argentina. Y tampoco llegó a ser uruguaya, aunque ama a ese país y la gente era fantástica. „¡Eso uno no se lo puede imaginar“!, dice como si ella misma no lo pudiera creer. Los recuerdos de esa época le causan placer. „Eramos pobres Inmigrantes. ¡Y cómo nos ayudaron! ¡Increíble!“. Hasta el día de hoy conservó esa capacidad de entusiasmarse y cree en lo bueno de los seres humanos. Quizás por eso también tiene una buena relación con Alemania. Es socia de la asociación cristiana- judía y estuvo muchas veces en su país natal. Y repetidamente vuelve a conocer gente, que son „increíblemente agradable“. Con muchos de ellos ha establecido amistades. „Bueno, muchos dirían que soy demasiado germanófila. Sí, pero entonces yo siempre digo, uno no puede odiar toda la vida“.

Desde hace 30 años Trude Goldschmidt va todos los jueves a San Miguel al Hogar Adolfo Hirsch. Aquí puede transmitir a otras personas algo de la suerte que tuvo en su vida y su postura positiva frente a la vida. Y lo hace con gusto.