Un día la joven Hilde pasea por un parque en su ciudad natal Darmstadt. Al borde del césped hay un letrero con la inscripción «Prohibido para perros y judíos». En ese momento decidió que: «En este país yo no me quedo.»
Mucho miedo no sintió por cómo la situación se iba desarrollando, pero ella ya sabía desde temprano que la situación no mejoraría en un futuro cercano.
Existía la posibilidad de irse, y entonces se fueron
Cuando poco tiempo después el negocio donde trabaja su marido es convertido en ario («arisiert») y él pierde su trabajo, toman una decisión firme: quieren emigrar. Se hacen consultar por un hombre experto en emigraciones en la ciudad de Mannheim. Él les cuenta que hay posibilidades en Paraguay. «Queríamos encontrar un lugar en el que pudiéramos vivir», dice la señora hoy con sus 93 años y a ella le pareció que Paraguay podría ser un lugar apropiado. Dice que nunca se sintió como expulsada. Existía la posibilidad de irse, y entonces se fueron.
Hilde Neustadt nace el 10 de Mayo de 1912 como hija de un comerciante de alimentos al por mayor en Darmstadt. No se acuerda mucho del primer tiempo de su larga vida. Sólo sabe que la familia estuvo muchas veces de vacaciones en Suiza y que nunca les faltó comida. El padre se murió temprano. De ahí en adelante vive sola con la madre hasta que se casa.
«El viaje fue muy divertido y alegre»
Al poco tiempo ella y su marido pueden conseguir los documentos necesarios para la emigración. Cuando también los muebles, los libros y el resto de sus bienes están empacados en contenedores, así llamados lifts, esperando a ser embarcados en el puerto de Hamburgo, la entonces joven de 24 años se va de Alemania junto a su marido en el año 1936 con un buque de la compañía Hamburg Süd con destino a América del Sur. Ella se acuerda que la partida para ella y su marido fue un «gran evento». «El viaje fue muy divertido y alegre», cuenta y aún hoy siente alegría cuando se acuerda.
«De allí en adelante ya no nos preocupamos más,“ si bien en ese momento tienen que dejar atrás en Alemania a su madre y al hermano de su marido. Pero de esto hace tanto tiempo. ¿De cómo se sintió en ese momento por ellos? No lo recuerda bien. Lo único que cuenta ahora es que «por suerte pudimos conseguir que ellos pudieran seguirnos.»
Sobrevivió el tiempo de los nazis sin pérdidas y sin experiencias dolorosas
Hilde Neustadt no siente tristeza en su corazón. Sobrevivió el tiempo de los nazis sin pérdidas y sin experiencias dolorosas. «Que tuviéramos que abandonar Alemania, no fue terrible para nosotros.» Recién después de la guerra se da cuenta de la suerte infinita que tuvieron, de que la emigración fue una especie de «liberación» (redención), como dice ella, «porque pudimos emigrar antes que todo se pusiera tan mal. No tuvimos que sufrir todo eso.»
En lugar de ello los Neustadt se establecen en su nueva y humilde vida en Paraguay. Abren una fiambrería, una especie de negocio de alimentos con una sala de desayunos con mesas. «Pero no crea que teníamos 50 mesas. No, teníamos cuatro mesas con sillas y allí les servíamos el desayuno a la gente. Café con sandwiches y esas cosas». Un día viaja a Buenos Aires y se da cuenta enseguida, que aquí tiene muchas más posibilidades de organizar mejor su vida. Habla inglés, francés, alemán y entretanto también castellano y quiere implementar eso. Con sus pasaportes paraguayos ella y su marido poco más tarde pueden emigrar legalmente a la Argentina.
«Este es ahora mi segundo hogar»
En Buenos Aires consigue enseguida un puesto como secretaria. Para ella todo va bien. Su marido trata de trabajar como comerciante. Para él fue mucho más difícil, dice, pero eso no se podía cambiar. La pareja nunca tuvo hijos. Las circunstancias no lo permitieron. Para Hilde Neustadt no es una razón para ponerse triste. Pese a todo ella está muy satisfecha con su vida. Y siempre sabía que sin tener hijos terminaría un día en el hogar Adolfo Hirsch. «Este es ahora mi segundo hogar.“ Se encuentra diariamente con su amiga Anneliese Feldmann. Charlan y escuchan música juntas. A veces van a pasear juntas en el parque. Ama el parque y aquí puede sentarse en todos los bancos y caminar por el césped todas las veces que quiera.