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Eugenie Josephs

Todos los días hay algo que hacer: Música, conciertos o una película a la tardecita. Eugenie Josephs con sus 82 años todavía está llena de energía. Le gusta tomar parte en las actividades del hogar. Es directora de la biblioteca, pinta y hace trabajos manuales, Entre otras cosas hace agarradores crochet. Ruth Deutsch los vende a los visitantes. El dinero es para la AFI. Para ella eso es natural, porque tiene tanto que agradecerle a la Asociación Filantrópica. „Conozco a la AFI casi desde que estamos en la Argentina. Siempre ayudaron“.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

„Se siente bien donde puede ser judía“

En febrero de 1939 con 15 años hace su „gran mudanza“, como ella llama la emigración a la Argentina. Nunca añoró a Berlín, su ciudad natal, porque siente bien donde puede ser judía.

Hasta la emigración vivía en una casa en la que solo vivían familias judías. El dueño también era judío. Iba a un colegio judío y solo tiene amigas judías. La familia Schreiber, su nombre de soltera, solo tenía contactos con judíos. „Solo teníamos relaciones familiares“, dice. Una familia con tradición. Schreiber, me explica, el nombre proviene de la profesión de los ancestros. Los hombres y también su abuelo eran así llamados sofer, amanuenses (escribientes) de la Thora. Todos hombres muy prestigiosos de Poznan, mejor dicho, de Gniezno contiguo a Poznan.

El abuelo fue a Berlín con su mujer y sus numerosos hijos porque quería que los hijos tuvieran una buena educación para su futuro. El padre de Eugenie Josephs va a ser cantor en una pequeña sinagoga en Berlín-Neukölln. A la madre de Eugenie la conoció en la prisión en Siberia y se casó con ella después de la guerra en China. La hermana de Eugenie Josephs nace allí en 1919. Cuatro años más tarde, el 7 de octubre de 1923 la hermana menor nace en Berlin. Pero en realidad no tiene importancia donde vive la familia. Ser judío es ser judío, no importa donde sea. Esa experiencia le va a ayudar más tarde a soportar la despedida de Berlín con tanto aplomo.

A partir de 1933 la vida de la familia Schreiber cambia en forma drástica, aunque Eugenie no se da cuenta mucho. Ella no sufre ataques verbales. Tampoco le tocan fuertemente los pogromos del 9 de noviembre. „Solamente me enteré por oído“. Ni siquiera vio una sinagoga en llamas. Posiblemente fue porque en noviembre de 1938 ya no iba al colegio porque todo estaba preparado para la emigración. Los contenedores con el „escritorio del padre, los dormitorios, el comedor, los libros que tenía mi padre, etc. la vajilla, todo, todo“ ya estaban en el puerto de Hamburgo.

Desde ese momento fue un hombre quebrantado

La anciana cuenta que su padre ya había leído „Mein Kampf“ en 1933 y por eso sabía que tenía que poner a salvo su familia.
Una tía había ido a la Argentina antes y un año más tarde manda una llamada para seis personas. Un tío y su mujer también tenían que emigrar junto a Eugenie y su familia. El 9 de noviembre se llevan a este tío a Sachsenhausen (un campo de concentración). „Mi padre pudo enterarse donde estaba internado“. Presenta todos los documentos, los pasajes de vapor y todo lo que los burócratas nazis quieren ver. La familia Schreiber no puede emigrar sin el tío. La llamada es válida exclusivamente para seis personas. „Yo lo quería mucho a mi tío. Un comerciante tan distinguido, tan correcto. Un verdadero señor,“ cuenta aún hoy con entusiasmo. „Pero cuando volvió“ relata „ya no quedaba nada de él“. Nunca habló del campo. „Nunca, niemals“. Desde ese momento fue un hombre quebrantado, dice su sobrina hoy, „y medio año más tarde falleció aquí en la Argentina“.

„Para mí todo era conocido. Solo cambié de casa“

Para Eugenie, que de ahora en adelante en la Argentina se llama Eugenia, con sus quince años la vida continúa. Y las cosas no cambian mucho. „Para mí todo era conocido. Solamente cambié de casa“, dice y cuenta que sus padres alquilaron un departamento grande para abrir una pensión. Ya habían comprado vajilla en Alemania. La pensión va bien. Eugenie y su hermana sirven la comida y ayudan en la cocina.
Los huéspedes son exclusivamente judíos alemanes y en general las niñas casi no tienen contacto con argentinos. Si bien Eugenie aprende español en la escuela nocturna, al principio no le hace falta. Cuando ya no tiene ganas de trabajar en la pensión de sus padres, aprende a bordar en el negocio de una familia amiga. Pero cuando ese trabajo cansador es demasiado para sus ojos, va a una oficina como secretaria, también esa era una compañía alemana judía. „Ellos también eran inmigrantes“.

Nunca llegó a ser argentina, pero tampoco es alemana

Eugenie se casa con un hombre que también es inmigrante. Tiene hijos. Le gusta el país en el que vive. Le gusta la gente, la generosidad, la extensión y la fecundidad del país. „Aquí cae una semilla sobre la tierra y de pronto sale un árbol“. Es un buen país para vivir una buena vida. Nunca llegó a ser argentina. Pero tampoco es alemana, dice. Ser judía para ella es lo único real. Y por ello ir a San Miguel fue más que natural cuando hace ocho años ya no se podía hacer cargo sola de su marido enfermo. También él vive aquí, cuenta, en su propia habitación porque no se encuentra en buenas condiciones. Sin embargo, Eugenie Josephs se siente muy bien en el Hogar Adolfo Hirsch. Aquí se siente bien cobijada como judía con cultura alemana, según ella. Aquí se siente en casa.