¿Qué hubiera sido de su vida, si no hubiera emigrado a los ocho años. ¿Y si no hubiera existido el nacionalsocialismo? Helga Margulies se pregunta eso a menudo. Pero en realidad no tiene sentido pensar mucho sobre eso. Lo sabe.
Su temprana niñez está empañada por tristes experiencias. Helga Margulies, de soltera Rohr, cumple cinco años el 6 de abril de 1933, pocas semanas después de la toma de mando de los nacionalsocialistas. La pequeña niña sufre en cuerpo propio que el mundo alrededor de ella cambia.
Antes de 1933 juega casi todos los días con una niña que vive en la misma casa. Esta niña no es judía, pero eso no importa. Incluso en Navidad Helga va a su casa „para declamar mi verso a Papá Noel, para que me dé su regalo.“ Más tarde la familia Rohr se muda a otra calle. Helga quiere despedirse de su amiga, „y ahí me dice, que no le permiten hablar conmigo.“ Helga Margulies sonríe mientras relata esto. Pero no se escapa la tristeza que le causa aún hoy. Mientras relata, se le ocurren cada vez más de estas pequeñas tristes historias.
Puede mirar a ese patio de escuela y oír como los niños cantan canciones hostiles contra los judíos
Recuerda que el dueño de la casa en la que vivía albergaba a jóvenes judíos del campo, para que pudieran visitar el colegio judío de Frankfurt. También Helga iba a un colegio judío, la escuela secundaria Hirsch, aunque la medianera de su casa lindaba directamente con el patio de otro colegio. Puede mirar a ese patio de escuela y oír cómo los niños cantan canciones hostiles contra los judíos.
Ella es muy consciente de la diferencia entre judíos y no-judíos. Ella sabe que los niños son instigados por los adultos contra los judíos. Para la pequeña Helga eso es lo cotidiano. Y un día la madre le da dinero para que vaya a comprar manteca en el negocio. En camino al negocio se encuentra con niños del colegio vecino. De repente los niños la cercan, la insultan, la empujan y le golpean el dinero de las manos. Una experiencia angustiosa.
Pero a Helga también le sucede que no todas las personas son hostiles contra los judíos. „Al final quedó una niña pequeña, eso no lo olvidaré nunca,“ cuenta, „que me ayudó a levantar las monedas y me las devolvió“. Esas son „esas ciertas cosas“, como dice ella. De eso una se acuerda.
Cuenta que sus padres la encerraron, para que no se dé cuenta de todo eso
El padre de Helga habla muy temprano sobre la emigración. Como representante muy a menudo en sus viajes se enfrenta con el antisemitismo cotidiano. Para él está claro que tiene que llevar a su familia a un lugar seguro. Cuando los Rohr viajan a Italia para las vacaciones los denuncian. Alguien difunde el chisme de que el matrimonio Rohr quiere llevar dinero fuera del país. Cuando vuelven de las vacaciones un par die días mas tarde dos hombres están delante de su puerta, „No sé de donde vinieron“, relata Helga Margulies 70 años después. Continúa con su relato, contando que sus padres la encerraron, para que no se entere de todo eso. Los hombres se llevan todas las joyas de la madre y todas las cosas que se pueden llevar. „Y eso no nos lo devolvieron nunca“.
Este acontecimiento reafirma al padre en su emprendimiento. Y lo impulsa a organizar la emigración. Su hermana, que vive en Buenos Aires, le manda los documentos necesarios. En 1936 Helga junto con sus padres y un tío con su familia emigran via Paris y Boucau con el buque a la Argentina.
El viaje es una aventura
¿Pero, qué país es ese? Helga no tiene idea. Antes del viaje buscó a ese país extraño en el atlas. El resto es una aventura para la niña, que en ese momento tenía ocho años. Cuando llegan a la Argentina ella es la única que puede bajar del buque. „Mi tía me llevo consigo a su casa y mis padres y los otros recién pudieron venir al día siguiente. Bueno, como dicen aquí, todo esto me pareció muy extraño.“ Pero miedo no tenía.
El comienzo „sin un peso en el bolsillo“ fue duro. La Asociación Filantrópica fue una gran ayuda para la familia Rohr. Pero pronto vuelven a ponerse en pie. Los padres manejan una pensión y Helga también trabaja en ella. „No fue una niñez normal“, dice.
Sus hijos son argentinos y por supuesto sus nietos también
Primero va al Colegio Pestalozzi, pero poco después tiene que ir a la escuela del estado porque sus padres no pueden pagar la cuota escolar. Tampoco puede estudiar. „Los padres no le podían ayudar a uno“. Tuvo que luchar mucho. Tampoco aprendió a hablar bien el idioma. A pesar de las circunstancias desfavorables Helga se arregla con su vida y maneja un negocio de artículos de cuero con su padre. Viaja por todo el país. „El país me gusta muchísimo. Pero los políticos no me gustan“ dice y ríe. „aparte de eso me siento bien“. Se casa con un inmigrante alemán judío y como ella es apátrida, solicita un pasaporte argentino. Alemania le deniega la nacionalidad porque su padre nació en Polonia y la madre, que nació en Alemania es hija de rusos. Hoy ya no quiere tener un pasaporte alemán, porque también sus hijos son argentinos y por supuesto sus nietos también
Por dentro sigue siendo alemana
Una gran parte de sus familiares murió en los campos de concentración nacionalsocialistas. Sin embargo visitó Alemania y Frankfurt y hasta le gustó, relata. Aunque ya no habla alemán perfecto, dice y ríe, se entendió muy bien con la gente. Y también por dentro sigue siendo alemana. Mandó a sus hijos al colegio Goethe y no al colegio Pestalozzi, donde la mayor parte de los judíos alemanes mandaban a sus hijos. El colegio Goethe quedaba más cerca. Muy simple.
Sin embargo está muy vinculada con la sociedad de los alemanes judíos de Buenos Aires. La Asociación Filantrópica es muy importante para ella porque siempre apoyó a su familia. Es socia desde que vive en la Argentina. Y ya son casi 70 años.
„Ya de niña siempre dije que cuando sea vieja, voy a venir aquí.“
También el hogar de San Miguel es importante para ella, porque durante todo ese tiempo tenía contacto regularmente con él, „porque siempre teníamos conocidos aquí.“
En su mente se acuerda de la larga lista de personas que visitó aquí en los pasados siete decenios. „Más tarde también a mis suegros“. Ella estuvo en San Miguel en las vacaciones y „también tenía una tía y también lo tuve a mi padre aquí “. Porque no podía pagar la estadía de su padre le dieron una beca y en su voz se siente su profunda gratitud.
Al final le da lo mismo de cómo hubiera sido su vida si no hubieran existido los nazis, por que donde ella está ahora está contenta. Hace nueve años que trabaja en el hogar como voluntaria y dirige el grupo teatral. „Y me causa mucho placer“. Con su compromiso quiere devolver algo de lo que la Asociación Filantrópica le dio a ella. Para ella es algo natural. También es natural que ella quiera vivir aquí el fin de sus días, cuando llegue el momento. „Ya de niña siempre dije, cuando sea vieja, voy a venir aquí. Cuando estaba sentada en el jardín con mi padre o cuando miraba por la ventada con mal tiempo, nunca quería volver a casa“.