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Edith Horowitz

„No nos engañemos, una sigue siendo alemana“

Siempre lo tuvo claro que cuando llegara el día, ella iría a San Miguel y no a un geriátrico argentino. A dónde ir, sino? „No nos engañemos, una sigue siendo alemana“. Eso dice aunque no tiene una buena relación con el país natal dado que los nazis le quitaron a sus seres más queridos.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Edith Horowitz nace en Berlin el 7 de Junio de 1913 como Edith Hochmann y se cría junto a su hermana Lucie en el Barrio Hansaviertel cerca del Parque Tiergarten. Sus padres, él comerciante, la madre ama de casa viven y trabajan solo para las dos hijas, cuenta hoy con sus 92 años. „Tuve una infancia maravillosa“.

Mientras están sentados juntos durante el almuerzo hablan sobre la emigración

Egresada del colegio hace una aprendizaje de modista, no porque necesariamente quiera ser modista. La madre le dijo: „Aprende a ser modista y cuando una vez ya no quieras trabajar siempre puedes hacerles vestidos a tus niños. Cuando en tu vida necesites trabajar, ya tienes un oficio“. Lo que fue un buen consejo, como se vería mas tarde.
Cuando los nazis llegan al poder, Edith, que está por cumplir 20 años, hace su examen de oficial.
En esta época ya está comprometida. Su futuro marido, que también es comerciante vive a la vuelta de la esquina y almuerza con la familia cuando no tiene que trabajar. Ya es parte de la familia. Cuando están sentados juntos durante el almuerzo, hablan sobre la emigración.

„Vengan. ¡Aunque sea, tomen solo una valija y vengan, por Dios!“

El futuro cuñado de Edith es ingeniero naval y viaja por el mundo. Cuando estuvo en Alemania en 1935 o 1936, Edith hoy ya no lo recuerda, les recomienda a sus hermanos y a su madre de emigrar lo más pronto posible a la Argentina o a los EEUU. Y luego parte. Poco más tarde manda llamadas (visas), también a Edith y a su hermano. Pero Edith no se puede decidir. „Era tan difícil para nosotros. No nos podíamos separar de nuestras familias“. Y así dejan la emigración para más tarde. Pero el cuñado, que podía juzgar la situación mucho mejor desde afuera, según lo ve hoy, le insiste a la pareja, „Vengan. tomen aunque sea una valija sola y vengan, por Dios!“ les escribe en una carta, „No pueden esperar“. Edith Horowitz ya en aquel momento sabía que tenía razón. Se siente cada vez más amenazada.

De repente tres tipos enormes estaban en el pasillo

En una tardecita Edith, su novio y la hermana acompañan a una amiga hasta la parada del ómnibus en el Hansaplatz. Cuando vuelven y están en el pasillo, un chico golpea desde afuera la puerta. Edith Horowitz golpea sobre la mesa y continúa su relato: „y mi marido, gentil como siempre, le abrió la puerta al chico. En ese instante tres tipos enormes aparecen en el pasillo. Hombres muy grandes, gente joven, que golpearon a mi marido.“ Con el tiempo esas heridas sanan, pero 70 años después aun siente indignacion. Y continúa su relato, cómo ella y su hermana salen de la casa para pedir ayuda y no hay nadie por ningún lado, „tampoco sé si alguien se hubiera entrometido“, dice hoy. En ese momento ella habría creído que sí. Para el novio golpeado eso terminó con un ojo morado. Pero mas tarde se van a enterar, que es una lesión de los ojos que casi le va a hacer perder la vista. Edith Horowitz aun hoy busca una explicación. „Supongo que los hombres creyeron: ese joven judío sale con dos muchachas arias“, porque ella y su hermana eran rubias. Hoy tiene el pelo blanco como la nieve.

„Ud. se imagina como es esa sensación, un país extraño, un idioma extraño, sin dinero y nadie que lo venga a buscar?“

Este incidente es una razón más para ceder ante la insistencia del cuñado. Deciden ir a la Argentina, sin los padres queridos y sin la hermana. Edith, que entretanto está casada, deja Alemania el 12 de Marzo de 1938 y con ello deja su pasado atrás.
Pero antes de que puedan empezar una nueva vida en libertad y con dignidad la joven pareja vive la inseguridad de ser extranjeros en un país totalmente desconocido. Cuando llegan a Buenos Aires después de 32 días del viaje en el vapor, no hay nadie en el muelle buscando a los recién llegados. Llueve a cántaros. „Ud se imagina lo que significa, un país desconocido, un idioma desconocido, sin dinero y nadie que lo venga a buscar?“. Estaban destrozados y desconcertados. Con la ayuda de un trabajador del puerto llegaron a la Asociación Filantrópica, pero ésta estaba cerrada. „Naturalmente estaba cerrada. Era viernes santo.“ Pero de repente vino un señor de la Asociación y la cosa termina bien. Esa misma noche los recién llegados van al club judío Bar Kochba y festejan la noche de Seder (la noche antes de la fiesta de Pesaj). Poco después consiguen un permiso de entrada para la familia de Edith. Pero es demasiado tarde. Entretanto la Argentina había impuesto condiciones de inmigración más rigurosas. Un choque para la hija, que aún hoy le duele profundamente. „Desgraciadamente los tres fueron asesinados“. Una pérdida que aún hoy no puede superar.

La Argentina va a ser, según ella, su patria

Pero la vida tiene que continuar. Edith Horowitz pasa a ser el sostén principal de la familia. Su marido tiene poca suerte como comerciante. Pero se aclimatan pronto. La Argentina va a ser, como dice ella, su patria. Y Alemania? „Para ser franca, para qué voy a pensar en Alemania? Cuando pienso en Alemania, pienso como mataron a mi familia, no solo a mis padres y a mi hermana de 20 años, sino también a mis tíos y tías. Dos primos míos y una prima pudieron salvarse, pero todo el resto, y éramos una familia grande, todos perecieron“. Nunca más volvió a Alemania, pero no se engaña. Para eso ya vive demasiado tiempo. Sigue siendo alemana y eso no no va a cambiar ahora en los últimos años de su vida.

Edith Horowitz falleció el 29 de Agosto de 2005 a la edad de 92 años.