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MARION SERRA

En cierta manera ella es distinta de las otras voluntarias en el Hogar Adolfo Hirsch. Y es diferente de la mayoría de los judíos alemanes. Ya su apellido no suena muy alemán. Marion Serra está sentada en un sillón para estar cómoda. Cruza las manos. Marion Serra sonríe y dice: «Mi alemán no es completo». Y realmente habla como si fuera argentina y hubiera aprendido alemán en el colegio. Muy bien pero con errores encantadores. Pero luego dice: «Soy alemana» y cuenta que antes, en su pasado alemán se llamaba Steinbrecher.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

El 27 de Mayo de 1929 nace en Berlin. Se cría en la pequeña ciudad de Lübben hasta que la familia tiene que mudarse a una pensión en Berlin, porque en Lübben ya no tienen medios de subsistencia. En ese momento Marion está por cumplir seis años.

En Berlin viven dos años. «Una mala época».

En Berlin la familia espera las llamadas que un tío que es diplomático les debe enviar desde Buenos Aires. En Berlin viven dos años. «Una mala época». Tiene que dejar la escuela por ser judía. Eso es lo único de lo que se acuerda. «Una vez un psicólogo me dijo que es como si hubiera construído un muro alrededor de mí.» Se acuerda de Lübben, de los buenos tiempos. «De la casa. Era una casa muy bella». La casa estaba cerca de un río «y cerca del río había – ¿como se dice en alemán? Gitanos. Carros de gitanos.». El padre, rumano, opera un negocio de pieles junto a sus cinco hermanos y a la familia le va bien. Marion tiene una niñez sin preocupaciones. Pero un día en el año 1935 viene la Gestapo y cierra el negocio. Los clientes y las clientas que habían comprado las pieles a crédito ya no tienen que pagar más sus deudas. El negocio se vacía de un día al otro. La familia está frente a la nada. El padre de Marion se va por seis meses a Rumania para ver si la familia puede ir allá. Pero tampoco en Rumanía puede ver un futuro. Le propone a la familia de emigrar a la Argentina. Acto seguido lo primero que hacen es ir a Berlin.

Marion es demasiado pequeña como para comprender lo que pasa, pero no es demasiado pequeña como para sufrir bajo el nuevo comienzo.

El tío que vive en Buenos Aires primero hace venir a su hermana y a su madre a la Argentina. Luego en 1937 también Marion y sus hermanos con los padres viajan por Hamburgo al lejano país. Viajan en un buque francés en primera clase. «Creo que ese viaje solo se podía hacer en primera clase.» Los Steinbrecher habían mandado por delante todos sus bienes. No les permitían llevar. dinero. Marion va a festejar su octavo cumpleaños en el nuevo país y hoy con sus 76 años se acuerda de cómo su madre «durante todo el viaje tejía vestidos para mi muñeca para que el día de mi cumpleaños pudiera recibir regalos.» Ese es un recuerdo agradable.
Marion es demasiado pequeña como para comprender qué es lo que pasa, pero no es demasiado pequeña como para sufrir bajo el nuevo comienzo. Cuando uno ve de qué manera Marion hoy está integrada en la sociedad argentina, eso casi no se puede creer, pero Marion Steinbrecher sufrió mucho en el comienzo.

«Y los niños pueden – ¿cómo se dice? ser muy crueles.»

Aunque ya tiene ocho años tiene que cursar primer grado, porque en Alemania apenas había ido a la escuela y no habla castellano. «No fue fácil para mí como niña», dice. También la moda era diferente, ella y sus hermanas no sabían qué era dulce de leche o lo que era el mate. «Y los niños pueden – ¿cómo se dice? ser muy crueles, (sehr grausam).» Necesita casi un año para sentirse segura con el nuevo idioma, «pero éramos extranjeros y cuando hablábamos la gente se daba vuelta».

Su pasado alemán queda cada vez más al margen

Hoy nadie se da vuelta. «Nadie se puede dar cuenta que no soy Argentina». Posiblemente su castellano sea libre de acento porque a los 17 años se enamoró de un argentino de origen español. «Era el mejor amigo de mi hermano «. Sus padres están estrictamente en contra de esta relación porque él no es alemán judío. Marion Serra sonríe con comprensión. «Los tiempos eran distintos de hoy». La madre muere en 1946 y el padre dos años más tarde, «y entonces tomé la primera decisión de mi vida.» Tiene un buen puesto como secretaria así que está económicamente independiente de su familia. Se dice, «No me interesa lo que piensa la familia». Se casa. Sin embargo tiene que pedirle una autorización al juez porque aún no era mayor de edad. Marion Steinbrecher se convierte en Marion Serra y tiene dos hijos. Tiene un matrimonio feliz. Su pasado alemán queda cada vez más al margen. Tampoco con los hijos habla alemán. Uno de los hijos se lo reprocha hoy. Pero es como es.

«En Alemania me siento como extranjera»

Alemania no tiene lugar en su vida. También eso es una parte de la negación. Porque Alemania es el país por el que muchos de sus familiares fueron matados. Muy pocos pudieron salvarse en Inglaterra, Italia o Palestina. Sin embargo Marion Serra no siente rencor contra el país natal. Va a menudo a Alemania también porque su marido tiene que ir por trabajo. «Pero en Alemania me siento como extranjera.» Se siente extraña. «Me siento Argentina hasta la médula». En su vida casi no hubo relación con sus orígenes.

Pero entonces, quizás fue casualidad o también destino, dice y sus ojos brillan, un conocido necesitaba ayuda. Su madre vivía en el hogar y él no tenía auto. Y así Marion lo llevaba regularmente a San Miguel. Tenía 50 años y ya no trabajaba. «Y ahí pensé, me gustaría trabajar aquí.» Porque ella nunca conoció a sus padres como personas mayores. «Hasta ese momento no tenía ninguna otra conección con la colectividad alemana-judía», dice. Entretanto han pasado 26 años. «Ese fue el primer contacto con mi pasado alemán.»