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Margarete Granat

Margarete Granat es conocida en el Hogar Adolfo Hirsch, sobre todo entre las voluntarias. Es una mujer leída, inteligente sin embargo a menudo está de mal humor. Y dicen que es impaciente, muy impaciente. No le gusta esperar. Por lo mínimo media hora antes del almuerzo está sentada en el hall. No por estar en compañía, sino simplemente para terminar de comer pronto. Además, quiere saber cuándo empieza finalmente la entrevista. Y vuelve a preguntar varias veces. Habiendo aceptado una vez, quiere terminar con ella lo más pronto posible.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Margarete, que entonces en Alemania se llamaba Grete, era una niña totalmente normal. Ni rastro de impaciencia.
La menuda señora anciana con los grandes anteojos ahora está sentada en su habitación austera y se acuerda perfectamente de todos los hechos que determinaron su vida en Berlín.

„cuando la sangre judía salpique del cuchillo, …“

Nació en Berlín el 12 de julio de 1912. Creció en la calle Assmannshausener Straße 11a. De esto se acuerda exactamente. También se acuerda del auto con el que la familia iba muy a menudo a pasear en las afueras. Un buen día, cuando la familia hace un picnic en el bosque, cuenta: „y de repente viene en grupo de esas camisas marrones y gritan „cuando la sangre judía salpique del cuchillo, …“ (una canción nazi llamada „Horst Wessel Lied“)“. Se acuerda cómo se asustó. Estas fueron nuevas experiencias para la niña que entonces tenía 13 años, porque el antisemitismo, tal como ella lo percibía en ese momento, no estaba tan difundido, por lo menos en la capital (Berlín).

„Yo quería dar a luz a mi hijo en un país libre“

Pero menos de diez años más tarde, la situación de los judíos también en Berlín había cambiado en forma drástica. De eso se daba cuenta claramente, dice. Entretanto Grete es una mujer casada y junto a su marido tienen un bote de remo en un lago en las afueras de la ciudad. Siempre que pueden salen a pasear en la naturaleza, al aire libre. Pero un día los compañeros de su marido le dicen: “No salgas más. Los van a atrapar“. De allí en adelante ya no reman. En esa época Margarete Granat está embarazada. Los pensamientos relacionados con el futuro la atormentan. „Yo quería dar a luz a mi hijo en un país libre“.

Ella y su marido tienen mucha suerte. Una gran parte de sus familiares ya había emigrado a la Argentina después del golpe de Hitler en los años 20. Les mandan una llamada. La joven pareja puede llevar dos contenedores llenos de muebles y a través de contactos de negocios también logran pasar de contrabando el auto y algo de dinero.
De no haber venido Hitler, nunca se me hubiera ocurrido emigrar“

Todos los miembros de la familia se pueden salvar de los nazis y sin embargo esta menuda y delicada mujer, la berlinesa, no se subió al vapor con alegría. „A mí gustaba vivir en Berlín. Si Hitler no hubiera venido, no se me hubiera ocurrido emigrar.“ Pero no había alternativa. La vida tenía que continuar.

En Navidad de 1935 la familia finalmente está en libertad y sin embargo la joven madre no se siente libre. Acostumbrada a la vida del Berlín de los años 20, a esta joven mujer emancipada, la Argentina católica le parece muy extraña. Hoy con sus 92 años se acuerda: „las mujeres no podían ir solas a un restaurante o un café.“ Incluso hoy se siente personalmente ofendida por el espacio supuestamente protegido para mujeres solteras en restaurantes y cafés, el así llamado „salón para familias“. E incluso hoy se enoja que hayan encerrado a las mujeres „porque los hombres argentinos eran tan impetuosos“.

Y entonces ¿qué es? „Nada“

Al final no le quedó otra alternativa que aclimatarse. Pero no llegó a ser argentina. Sim embargo habla y hasta lee castellano. Y le está agradecida a la Argentina, que le haya permitido radicarse, pero por eso ella no es argentina ni mucho menos. ¿Y entonces qué es? „Nada“ contesta sobriamente. „ Me gustaría Alemania, si allí no hubiera tantos nazis“. Y cuando en las noticias de la Deutsche Welle ve que Alemania tiene problemas, incluso se alegra y piensa: „se lo merecen, a nosotros no nos querían“.
Y ahora pregunta, cuándo termina la entrevista. A fin y al cabo es la hora de tomar el té. En realidad ésta empieza dentro de media hora, pero Margarete Granat ya se encamina, para poder volver pronto a su habitación después de haber tomado el té con la torta.