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MARGARETE MUNK

Margarete Munk dice que fue una niña terrible. Por ella su padre se compró una bicicleta, para poder buscarla más fácilmente, cuando repetidamente había desaparecido. Hasta hoy es independiente, alegre y llena de dinamismo.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Margarete Munk es voluntaria en el hogar de ancianos en San Miguel. «Bueno, nos llaman las chicas del lunes». Todos los lunes va a San Miguel desde hace 12 años. Todos la llaman Hex (bruja), porque en el pasado actuó como la bruja en una representación de Hänsel y Gretel en una escuela primaria de Heilbronn. «En realidad hasta ese momento me llamaba Hexle (brujita)». Su madre la llamaba así porque de bebé tenía el pelo tan negro.

«Si no quieren que me metan en prisión, tienen que dejarme ir.»

Margarete Munk nace el 30 de Enero de 1918 con el nombre de Margret Friederike Kirchheimer. Para el cumpleaños de los 15 desea hacer un vuelo sobre Heilbronn. El mismo día Adolf Hitler es nombrado canciller del Reich. La joven vuelve a su casa del colegio a la tarde y ya tiene una mecha de pelo blanco en la cabeza. «En mi familia desde siempre le teníamos miedo a Adolf Hitler», cuenta hoy con sus 87 años. Cuando llega con su padre al aeroparque, el piloto los saluda con las palabras: «Ahora nos podemos poner todos en salmuera». Hex se acuerda que como contestación hizo un comentario y el padre le dio un empujón en el costado y le dijo: «cállate la boca.» Ella no era realmente un persona política, «pero siempre fui de habla directa . Nunca pude callarme la boca.» Con 16 años se va de Alemania por deseo propio. «Les dije a mis padres, si no quieren que me metan en prisión, tienen que dejarme ir». Viaja a Inglaterra y se queda a vivir con un tío, y los padres se quedan tranquilos.

También su hermano mayor, que estudia abogacía en Heidelberg, se va del país. Como editor de un periódico judío que como dice Hex Munk «tenía un toque rosado» huye a Suiza, porque un compañero le avisó del peligro inminente. «Kirchheimer, te buscan. Mándate a mudar». De los hermanos solo el menor se queda por un tiempo con los padres. Pero cuando le cuenta a la hermana que en el colegio nunca le llaman al frente de la clase para decir algo , la hermana mayor le hace venir con ella a Inglaterra. Hex entretanto trabaja como maestra ayudante en una escuela secundaria. Como remuneración a la mañana le dan un café, al mediodía una merienda caliente. Con el tiempo también los padres piensan emigrar.

«Para mí eso era una aventura.»

El padre ya había estado en 1911 en la Argentina, «quería casarse con mi madre y su padre quiso impedírselo mandándole a la Argentina», cuenta Hex y se ríe. Luego de ocho semanas tuvo el dinero necesario, volvió y se casó con su madre. También él hacía lo que quería. El banco para cual él trabajaba en Buenos Aires en ese momento había insistido en que tenía que solicitar una cédula de identidad. Y eso fue lo único que se llevó como recuerdo de la Argentina. Una bendición para la familia, porque en el año 1937 pueden emigrar sin problemas. «Para mí eso era una aventura. Yo no tenía idea de la Argentina. Mi padre nunca contó nada, y en realidad él nunca quiso emigrar. Había sido condecorado con la cruz de hierro, un oficial alemán típico».

No extraña Alemania para nada

Antes de su gran viaje, la joven hace un viaje por Alemania, visita a amigas y familiares. «Me fui a ver la estatua de Nefertiti en el museo de Berlín y luego fui a Hamburgo». Allí se encuentra con sus padres y van a bordo del vapor Cap Arcona. «Yo solo me alegré de emigrar. ¡Ultramar! ¡Y con el vapor! Me fui sin pena y sin gloria como dicen aquí. Nada. ¡Solo lejos!» . No derrama una lágrima por Alemania. Y al principio tampoco quiere saber nada de su viejo país.

«No hay un país que haya sido tan bueno con nosotros los inmigrantes como la Argentina.»

Pero su marido tiene quer viajar mucho por Europa por trabajo y la compañía IBM un buen día los invita a la ciudad de Sindelfingen. Al principio Hex se cierra, pero luego decide acompañarlo. Su anfitrión le da asco. El viaje fue un verdadero desafío, porque a ella le cuesta no decir su opinión en voz alta. «Era ese tipo de alemán que dice: «yo tuve un amigo judío…». Su manera de ser nazi se le veía en los ojos. No, con Alemania ella no tiene nada que ver. En cambio con Argentina sí. Aquí ella está en su casa. La familia llega con nada a Buenos Aires y ya al tercer día ella encuentra trabajo. Primero se gana su vida como niñera y más tarde como secretaria. «Yo digo siempre que no hay un país que haya sido tan bueno con nosotros los inmigrantes como la Argentina». Está muy agradecida.

Entretanto la niña terrible es una abuela con muchos nietos que sigue siendo independiente, alegre y llena de dinamismo. El día que este disminuya y ella ya no pueda vivir sola en su departamento sobre de los techos de la ciudad, Hex Munk se va a mudar a San Miguel en vez de ir a vivir con sus hijos. Eso se lo dio or escrito. «Lo bien que me llevo con todos mis hijos, pero eso no se los quiero hacer» dice y se ríe con su alegre risa.
por escrito. «Lo bien que me llevo con todos mis hijos, pero eso no se los quiero hacer» dice y se ríe con su alegre risa.