Era una niña cuando partió de Hamburgo. Tenía cuatro años. Pero cuando volvió por primera vez a su ciudad natal, recordó mucho más cosas de lo que hubiera creído. Encuentra enseguida la casa en la Schlüterstraße 81 y puede decirle a su marido exactamente, detrás de qué ventana estaba el living y en qué habitación estaba el piano de cola de la tía. Pero tocar el timbre, no puede. También se acuerda de las canchas de tenis en Rothenbaum. Aquí vivían familiares de ella antes de 1933. Recuerdos infantiles de árboles y casas. Imágenes. Pero las historias correspondientes le faltan.
Cuenta que sus padres nunca hablaban con ella y su hermana que querían emigrar. „Nosotras las niñas no teníamos idea“. Y mientras dice esto, en su cara aparecen los rasgos de una niña. Ruth Goldschmidt tiene una voz tranquila y suave. Pero hoy por supuesto comprendió todo.
Que lleve a su familia lo más pronto posible a un lugar seguro
Nació como Ruth Fleischmann el 28 de julio de 1928. Su padre era comerciante de vinos del Mosela en América del Norte y del Sur. Sus clientes y amigos le piden que lleve a su familia lo más pronto posible a un lugar seguro. Cuenta que fue alrededor de Febrero o Marzo de 1933. „Mi padre volvió de un viaje a Holanda y en una llamada telefónica con mi madre le dijo que tome dos valijas y que viaje con mi hermana y conmigo a Holanda, sin llamar la atención“. Debía tener la apariencia como que iban de vacaciones. Ruth Fleischmann, que hoy se llama Goldschmidt, se acuerda patente que la tía, la madre y la abuela estaban muy excitadas. „Pero mi mamá hizo lo que le pedía mi padre, aunque en ese momento seguramente no podía entender el porqué.“
De allí en adelante Ruth vive con su hermana mayor y su madre seis años en Scheveningen. La abuela y la tía se quedan en Hamburgo. El padre viaja mucho. Cuando está en Holanda es como si estuviera de visita. Para las niñas es una persona extraña. En un determinado momento la madre les explica a las niñas, que van a emigrar para tener una vida familiar. La familia Fleischmann puede elegir entre la Argentina o América del Norte. Pero los padres de Ruth optaron por Buenos Aires porque el padre había estado en la Argentina del 1914 al 1918, por razones de negocio y luego por la primera guerra mundial. Habiendo vivido allí había adoptado la ciudadanía argentina,
Ruth tiene una despedida muy dolorosa por delante
Entretanto la abuela también llego a Holanda. „Fue cuando las cosas se pusieron difíciles para los judíos porque no podían conseguir comida suficiente y les habían prohibido muchas cosas, creo que fue en el 1935 o 1936“. Cuando la abuela rechaza ir con la familia a la Argentina por su alta edad, Ruth va a sufrir una despedida muy dolorosa. Cuenta cómo el padre discutía con la abuela, porque él quería llevársela a toda costa. „El podía hacerlo económicamente y en todo sentido“. Pero ella se decide otra cosa.
Cuando en octubre de 1938 la familia Fleischmann emigra, la abuela va a un hogar de ancianos. „Y entonces tuve que despedirme de mi abuela“. Ruth Goldschmidt se calla durante un largo intervalo. No puede seguir hablando. Sus ojos se llenan de lágrimas. Traga, „aún ahora cuando me acuerdo es terrible. Después de un par de generaciones.“ Reflexiona y trata de dominarse. Cuenta del miedo a la guerra que ya cundía en 1938. Cuenta cómo viaja con la madre y la hermana primero a Inglaterra, donde pueden alojarse en una casa particular privada por diez días con una familia, esperando la continuación del viaje. Ruth y su hermana se divierten mucho con los niños de esa familia.
Con la excepción de la dolorosa despedida de la abuela, ella no se sintió amenazada en esa época, dice hoy, casi 70 años más tarde. „Gracias a la cautela de mi padre nunca sufrimos la persecución, mi hermana ni yo“. También en la Argentinas las trataron muy bien.
„Todos, todos murieron.“
Mientras Ruth y su familia se aclimatan lentamente en Buenos Aires, la tía sigue viviendo en Hamburgo. „Ella sí que vivió una época dramática“, dice su sobrina. De eso se enteró sobre todo a través de los relatos de familia. La tía trabaja como pianista y profesora de piano. Cuando su jefe, que la estimaba, tiene que despedirla, para impedir el cierre del conservatorio, la tía de Ruth trabaja en un asilo de niños judíos. Entre otras cosas, ayuda para que los niños poco a poco puedan ser llevados con los así llamados transportes de niños a Inglaterra. Pero siempre vuelve a Hamburgo. Cuando estalla una epidemia de escarlatina ella se contagia y tiene que internarse en cuarentena a un hospital público. En ese período, la madre de Ruth no tiene noticias de ella durante muchas semanas. Cuando estalla la guerra, la abuela de Ruth es evacuada y de allí en adelante vive en la casa de familiares. „Por suerte falleció allí, antes de la invasión alemana a Holanda“. Todos los otros familiares mueren en Theresienstadt y en otros campos de concentración. Ruth Goldschmidt recuerda: „Fue terrible cuando después de la guerra nos llegaron las noticias de quienes todos…“ hace una pausa, y traga nuevamente, „murieron todos, todos“. Sólo la querida tía „por suerte pudo ir a Londres y sobrevivió la guerra“.
Extraña muchísimo a la abuela
Cuando llega a Buenos Aires, Ruth tiene 10 años. Extraña muchísimo a la abuela y a sus amigas holandesas. Empezar la escuela en el colegio Pestalozzi le cuesta mucho porque había aprendido a leer y escribir en holandés y no en alemán. „ Recién en la Argentina aprendí bien el alemán“ . Además tenía clases de castellano, inglés y francés. „Pero no me causaba problemas“, dice y ríe. En cuanto a la escuela. Humanamente tardó un tiempo para aclimatarse.
„Me siento en casa aquí, sí“
Hace mucho que se siente bien en su nueva tierra. „Respeto la tradición argentina, la naturaleza, la historia“. Desde la dictadura militar según ella hay algunas cosas que cambiaron para mal. Pero ella dice que con todo ella vivió una vida relativamente buena. Se casó y tuvo tres hijos. Entretanto ya es bisabuela de dos niños. Si bien tiene casi solamente amigos alemanes-judíos dice: „me siento en casa aquí, sí“.
Aunque tuvo que aprender el alemán de niña nuevamente y no siente nada alemán en ella, el idioma paterno adquiriría un significado especial. Ruth Goldschmidt se recibe de profesora de alemán y ejerció esa profesión con entusiasmo, hasta que se cerró el colegio donde enseñaba. De repente sintió un gran vacío en su vida que quiso volver a llenar. Ahí se acordó de San Miguel. Allí fue dónde fallecieron sus padres, en el Hogar Adolfo Hirsch. Durante mucho tiempo evitó ir a ese lugar por su duelo. Hace cinco años es voluntaria. Se alegra de ir todas las semanas. „Para mí el miércoles es un buen día y cuando vuelvo a casa a la tarde en cierta manera me siento satisfecha.“
Puede ser que en algún momento ella también vaya a San Miguel. Pero hasta entonces tiene muchos planes. Por ejemplo, quiere viajar. Cuando las autoridades de la ciudad de Hamburgo la invitaron la primera vez junto a su marido a visitar su ciudad natal, tenía pocas ganas de ir y fue para darle el gusto a su marido. Sin embargo, cuando estuvo allí, vivió un tiempo maravilloso. „En mi vida conocí a pocas personas que fueran tan buenas y tan interesantes“. Ese viaje le devolvió recuerdos de su primera infancia, una parte de su vida que creía haber perdido. „Y realmente“, dice y ríe,“cuando partimos, lloré, porque me hubiera gustado quedarme allí“.