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ELLEN HAMBURGER

„Yo soy una „displaced person“ (persona desplazada), lo dice sin rodeos. No tiene que pensarlo mucho y en su tono no hay autocompasión cuando dice, “yo no pertenezco a ningún lado“. Bueno, a lo mejor pertenece un poco al Hogar Adolfo Hirsch de San Miguel, porque allí trabaja ya desde más de un cuarto de siglo como voluntaria y se ocupa principalmente del quiosco. Desde su infancia siempre fue natural para ella comprometerse socialmente para su gente.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

De pequeña hacía la colecta de la „ayuda para el invierno“ (Winterhilfe) o para “ayuda y desarrollo“ (Hilfe und Aufbau) a cargo de la comunidad judía. En aquel entonces vivía en Wiesbaden donde nació con el nombre de Ellen Kahn el 7 de Mayo de 1925.

Su niñez terminó para ella de golpe en 1933

Después de la toma de gobierno por los nazis el padre de la niña de 7 años, que había sido un convencido combatiente de la primera guerra mundial, piensa que a él no le puede pasar nada en Alemania – si bien él había leído „Mein Kampf“ („Mi Lucha“ escrito por Hitler). Ellen Hamburger dice que para ella su niñez terminó de golpe, porque la historia demostró que todo se desarrolló en forma muy diferente de lo que su padre pudo imaginarse.
Como comerciante de cigarros el padre pierde sus representaciones y Ellen después del 9 de Noviembre de 1938 tiene que abandonar el Liceo. Eso se lo comunican a la familia con una carta. El padre ya no puede leer esa carta porque en la noche del 9 de Noviembre viene la Gestapo a buscarlo y lo llevan al campo de concentración de Buchenwald. Pero porque tenía un certificado diciendo que había sido soldado en la primera guerra mundial es uno de los primeros de los que ponen en libertad después de 20 días.

„¿Cuándo podremos salir de este infierno?“

Ellen Hamburger se acuerda vivamente del momento cuando su padre llega a su casa y dice: „¿cuándo podremos salir de este infierno?“. La familia Kahn se da cuenta perfectamente que Buchenwald era una alerta y desde ese momento procuran emigrar. El padre de Ellen tiene un intenso contacto con su hermano que ya había emigrado a Buenos Aires en 1936. Este instaba a su terco hermano en Alemania que salga del país con su familia, Cuando los padres de Ellen finalmente se deciden, „ya estaba prohibido de mandar llamadas a los hermanos.“ Tampoco le puede mandar una llamada a la tía de Ellen en Baviera. „La única posibilidad que tienes“ le escribe a su hermano en Wiesbaden “es que compres tierras en Misiones. El gobierno argentino aún da visas para trabajadores de la tierra“. Pero el padre de Ellen no es un trabajador de la tierra.

Sin embargo el tío compra tierra y necesita aún un año más para conseguir todos los permisos necesarios. Entretanto la familia Kahn tiene que vender su casa para poder pagar todos los gravámenes. „Era una casa muy linda. En esa época decían que era una mansión. Embalan todos los muebles en „lifts“ y los mandan con el barco a Buenos Aires. A fines de 1938 Ellen con sus padres pueden quedarse con amigos cuya casa había sido convertida en una casa judía. Hasta que finalmente pudieron emigrar a la Argentina pasa un año y cuatro meses.

„Todos los viernes a la mañana mi padre sufría terriblemente.“

Los ex compañeros del colegio ya no saludan a Ellen. „Para ellos yo ya no existía“, dice lacónicamente. Aparte de eso no sufrieron antisemitismo físicamente. Entretanto va a un colegio judío y por las tardes aprende a escribir a máquina, taquigrafía y castellano para la emigración. Desde la época que estuvo en el campo de Buchenwald el padre tiene que presentarse frente a la Gestapo. Allí siempre le preguntan por qué todavía no salía de Alemania. Pero la familia aún no tiene la visa. „Mi padre sufría terriblemente todos los viernes a la mañana“. Por miedo de lo que podría pasar. Ellen Hamburger cuenta que en aquel tiempo dependía del criterio del cónsul, si le expedían o no una visa. Porque el padre tenía demasiado miedo y no se atrevía a salir de la casa, la madre de Ellen siempre iba al consulado correspondiente en Düsseldorf. Sin éxito. Viaja también a la región de Hunsrück, de donde venía su padre. Allí lo va a ver al alcalde, que era un viejo compañero de escuela de su padre. Le pide que le expida un certificado para su marido y la hermana de Baviera diciendo que los dos habían trabajado en el campo, porque sin ese documento el cónsul no les daba una autorización para la visa. El alcalde „era una persona decente“, según Ellen Hamburger. Y en efecto les expide los certificados necesarios, „con muchos sellos y con la svástica“. Entretanto ya es Abril del 1940 y la familia Kahn casi ya no soporta la vida en Alemania. En ese momento la madre arriesga su vida. Eso cuenta hoy la hija de 80 años no sin orgullo. Se acuerda que la madre le dice al padre: “¿Tienes aún algo de dinero?“ Viaja al consulado y le dice a la secretaria del cónsul, que aparentemente tiene una relación con él: “Oiga señorita, cuanto más tarda este asunto tanto más difícil se nos hace salir de Alemania y quizás Ud. podría hacer algo por nosotros“. Y le da un sobre. „Era una cuestión de vida o muerte. Y ella se atrevió“. Y, en efecto: la familia obtiene el anhelado sello en sus pasaportes.
La tía, en cambio no tiene suerte en Baviera. „El cónsul de allí era conocido por no aceptar sobornos“. Ella no sobrevive la dictadura nazi. En 1941 fue deportada y muere en un campo de concentración.

Es enorme el miedo de que ya no va a haber salvación

La Familia Kahn tiene que viajar a Bélgica, porque en medio de la guerra ya no salen vapores para América del Sur desde Hamburgo. Un segundo tío que vive en Francia les manda dinero para los pasajes. El 10 de Mayo de 1940 el barco debía salir de Amberes. Pero ese mismo día el ejército alemán (Wehrmacht) invade Francia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Y porque la familia Kahn tiene pasaportes alemanes la policía militar belga los detiene y los lleva a un campo. Cuando les informan que las mujeres con los niños pequeños pueden dejar el campo, la madre aprovecha la oportunidad. „Yo ya tenía 15 años, pero era pequeña. Un oficial les da los pasaportes y la quiere dar de alta, „pero no podíamos irnos, porque mi padre todavía estaba en el cuartel“. La madre le muestra la „J“ roja en el pasaporte y le dice: „Ahora que salimos del infierno en Alemania, Uds. no nos dejan salir?“. El oficial, posiblemente también judío lo hace venir al padre y ahora todo tiene que ser muy de prisa. Entretanto son las 10 de la noche y el vapor „Copacabana“ aún está en el puerto cuando ellos llegan. Pero esa noche ya no sale. Recién al día siguiente, el 11 de Mayo de 1940 los Kahn, junto con otros 25 emigrantes judíos que lograron la huída, dejan a Europa en un convoy inglés. Los barcos están tres noches en la rada. Una noche un submarino alemán suelta torpedos. Cunde un miedo enorme de que ya no va a haber salvación. Pero cuando corre la voz de que el capitán tiene su familia a bordo, crece la esperanza. Finalmente el barco alcanza el puerto de Buenos Aires.

Es como si me hubieran arrancado algo de adentro de mí

A Ellen la vida no le depara un respiro. El día después de arribar a la Argentina tiene que ir al Colegio Pestalozzi porque según su tío tiene que graduarse, si no, nadie la va a emplear. Va por medio año al colegio y se gradúa. El padre vuelve a trabajar en el negocio de los cigarros y gana bastante bien a pesar de no hablar castellano. Mientras Ellen se aclimata rápido y se siente cómoda con la mentalidad de los Argentinos, su padre nunca pudo arraigarse. „Mi padre hubiera vuelto a Alemania, pero falleció en 1960“. Volver a Alemania? Viaja con su marido dos veces a Alemania. La primera vez en 1962. „También estuve en Wiesbaden, porque mi madre me dijo que era importante que fuera. Su madre y sus abuelos están enterrados allí. Cuando estuve allí, era como, me cuesta describirlo, si me hubieran arrancado algo adentro de mí“. En cada cara ve un nazi. No, la idea de volver a Alemania la horroriza, como dice. Aquí se siente bien. 1950 ella y su marido son legalmente argentinos. „Pero eso no significa nada“ dice secamente. Está agradecida al país, „que nos salvó la vida“, pero eso no significa que en el fondo sea argentina. Cuenta que apenas dice dos frases en castellano, y se ríe un poco, todos le preguntan de dónde viene. Pero ya no es alemana. Es así. No pertenece a ningún lado.