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LORE MAYER

Una señora de edad está ahí sentada sobre su silla y tiene esa sonrisa en los ojos. No sin orgullo cuenta que hace muy poco ha «superado» el aniversario de sus 95 años. Tiene que reírse cuando cuenta eso. No sólo vive ya tantos años. También ha vivido mucho.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Cuando nace el 20 de Noviembre de 1910 en la ciudad de Mannheim con el nombre de Lore Kahn, el mundo alrededor de ella estaba en buen estado. Lore crece en una situación protegida junto a tres hermanas. Sus padres tienen una ferretería al por mayor y la primera guerra mundial está muy lejos.
Cuenta que tiene muchos viejos recuerdos de Mannheim, pero luego cuando quiere hablar de ellos se pone pensativa. «Tengo que decirle: me cuesta mucho dar rienda suelta a los recuerdos de hace tantos años.» Recuerda fragmentos. Aquí un pedacito de su vida y allí otro pedacito y así se compone una larga vida con muchas partes ya pálidas que alguna vez desaparecerán para siempre.

«Perdí a mi hermana»

Queda pensativa y se acuerda de los cascos de granada en el patio de su casa de la esquina. Eso fue en la primera guerra mundial. Luego viene la época de los nazis. Aunque Lore Mayer no puede relatar sus recuerdos con todo detalle y le causa trabajo de poner todo en orden cronológico, sin embargo es posible darse una idea: «Perdí a mi hermana», es lo primero que se le pasa por la cabeza. «la mataron. En el año … no lo puedo recordar. Sufrimos mucho.»

«Fuimos dispersados»

La ferretería al por mayor fue cerrada por los nazis. También Lore trabajaba allí. La familia queda enfrentada con la nada. En ese momento Lore decide dejar al país. «No nos quedaba otra cosa». Pero no se va con gusto. No se acuerda exactamente con quién emigró. Con sus padres no, de eso se acuerda, «Ellos fueron matados en un campo de concentración», lo dice casi de paso. También esas cosas terribles pertenecen a su vida. La hermana mayor también es matada en un campo. La hermana, de ella se acuerda siempre. Los otros sobreviven, «todos nosotros emigramos a lugares distintos. Fuimos dispersados.»

Todavía se acuerda que venía con muchas esperanzas a la Argentina

Y mientras va contando, le vuelve a la memoria de cómo viajó en 1936 junto a su prometido a la Argentina. El tío materno le había mandado una llamada. Por qué razón él no les mandó llamadas al resto de la familia, de eso Lore Mayer no se acuerda. Pero sí se acuerda que venía con muchas esperanzas a la Argentina. Aquí quería comenzar de nuevo. Y le vuelve a venir a la mente el recuerdo de su hermana mayor, de Frieda. No se le va de la mente que haya sido asesinada por los nazis. «Y su marido también, mi cuñado, y mi sobrino también.» No puede dejar de pensar en eso.

«Todos estábamos muy vinculados a Alemania. Alemania al final de cuentas era nuestra tierra»

Al principio no se sentía cómoda en la Argentina porque el tío resultó muy poco amable, según cuenta. El contacto con los otros emigrantes judíos alemanes les ayuda a la joven pareja para aclimatarse y a la vez permanecer siendo alemanes, «porque todos estábamos muy vinculados a Alemania. Alemania al final de cuentas era nuestra tierra.» Hoy ya Alemania ya no es su tierra. «La Argentina es mi tierra. Pero no soy argentina. Creo, que en ese respecto no soy nada». Lo dice y parece un poco triste, Pero luego dice con una satisfacción convincente, «Soy una gran amante de la naturaleza. Eso sí que soy.» En los primeros años trabaja junto a su marido en una librería en Belgrano, un barrio de Buenos Aires. Pero la vida en la metrópolis se les hace muy cansadora y se mudan al campo cerca de la ciudad de Córdoba. Con los años el apego a Alemania disminuye. Hoy casi ya no existe. Nunca más fue. Alemania le quitó a los padres y a su querida hermana.