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VESNA FRANK

Después nunca más llegó una señal de vida

El 6 de Septiembre de 1941, el día del noveno cumpleaños de Vesna, la familia recibe la última carta del padre. Más tarde llega una tarjeta postal escrita con lápiz. Después nunca más llegó una señal de vida. El muere de tifus en un campo de concentración. Pero la hija se entera de eso mucho tiempo después del fin de la guerra. Aún hoy sufre por ello.

Vesna Frank, © Tim Hoppe

© Tim Hoppe

«Tuve una niñez maravillosa sin preocupaciones»

Vesna Frank se cría en el seno de su familia junto a sus dos hermanas en Zagreb. «Tuve una niñez maravillosa, sin preocupaciones,» dice y cuenta de la casa grande donde vivía. Todavía hoy existe en la plaza central de Zagreb y tiene muchos pisos. Su abuelo la compró en su momento para la familia bajo la condición de que sus tres hijas vivieran en la casa con sus familias y que los yernos nunca deberían pagar alquiler. «Era un verdadero patriarca,» según recuerda su nieta hoy, «y todo tenía que ir según sus ideas, pero era muy bueno y generoso.»

«Lo sabíamos, había que irse»

Su niñez finaliza abruptamente cuando los alemanes declaran la guerra a Yugoslavia en 1941. Desde ese momento la familia Frank huye durante años, pues saben lo que sucede con los judíos en Alemania y Austria. «Mi tío estuvo por casualidad en Austria en un viaje de negocios cuando Alemania anectó a Austria y volvió enfermo literalmente», cuenta, «lo sabíamos, había que irse».

Aquí, así lo creen, están a salvo de los alemanes

Al principio la familia se aloja en un hotel en Dubrovnik . Aquí, así lo creen, están a salvo de los alemanes. Si llegara a suceder algo terrible, así lo creían muchos judíos, los ingleses los llevarían fuera de la ciudad con submarinos. Hoy ve claramente que eso era una «ilusión completa». Yugoslavia ya capitula después de 10 días de guerra. Italia ocupa Dubrovnik. Sus dos tíos, que combatieron del lado de Yugoslavia, fueron tomados prisioneros. El padre de Vesna, también oficial, se arrima a la familia. Pero luego los padres deciden volver a Zagreb para ayudar al abuelo paterno en sus negocio de cueros al por mayor. Él le asegura a su hijo tener garantías que lo protegerían de ser detenido.

El padre se ofrece a sí mismo como rehén a cambio de la libertad para su familia

Vesna Frank aún hoy está consternada, cuando piensa en esa falsa estimación. «Hasta hoy no podemos entender por qué mi padre fue tan ingenuo.» Poco tiempo más tarde fue detenido. Pero, porque como abogado tenía que tratar una antigua causa en un jurado una última vez, lo dejan libre por poco tiempo. Él aprovecha esa oportunidad y viaja una vez más para estar con su familia. De repente el abuelo les llama para advertir a su familia que unos detectives están en camino a su casa para buscar a toda la familia. Tratan de esconderse en lo de una tía pero cuando se encuentran con uno de los hombres en la escalera el padre negocia con este y se ofrece a sí mismo como rehén a cambio de la libertad para su familia. También los soborna con dinero y joyas. Poco después se lo llevan. «Esa fue la última vez que lo vimos.» recuerda Vesna Frank y se detiene brevemente. Lucha contra las lágrimas. «Creo que ya lo sabíamos exactamente.»

«Si nos hubieran pescado, nos hubieran llevado a un campo de concentración»

Lo llevan junto a su cuñado y otros abogados a un campo. El tío de Vesna puede pagar a la Ustasha por su rescate. De allí en adelante se ocupa de todo. Huye a Split donde se aloja una gran parte de la familia. La familia le urge a la mamá de Vesna con sus tres hijas a reunirse con ellos, pero «ella siempre dijo que mientras pudiera visitar a su marido, se quedaría en Zagreb.» Recién cuando lo llevan fuera de la ciudad, huyen con la ayuda de pasaportes falsos a Split. Vesna y sus hermanas ya habían ensayado antes su nuevo nombre. Del nombre que tenía en ese momento, ya no se acuerda con sus 72 años. Pero recuerda perfectamente lo nerviosa que estaba, «porque si nos hubieran pescado, nos hubieran llevado a un campo de concentración, eso lo sabíamos exactamente.»

«Se sabía que los alemanes también ocuparían Dalmacia»

Se quedan en Split hasta Mayo de 1943. Los niños reciben clases privadas por otros refugiados, porque a los niños judíos nos les está permitido ir al colegio. Vesna cuenta cómo salen de Split con un buque a Trieste. Allí aprende el italiano para poder dar exámenes. Como la hermana mayor de Vesna lucha del lado de los partisanos, la familia quiere irse lo más pronto posible. En ese momento Italia ya estaba debilitada «y se sabía que los alemanes también ocuparían Dalmacia.»

Todo esto para Vesna Frank está tan presente como entonces. Está sentada frente a su mesa en su pequeño departamento bien alto sobre los techos de Olivos, un barrio del gran Buenos Aires. Con buena vista desde aquí se puede ver el Río de la Plata. Su historia es tan compleja, dice. Por eso ella la anotó. Para los nietos.

Al poco tiempo llegan debilitados y llenos de angustia a una puerta en el cerco de la frontera

Vuelve a hundirse en su recuerdos y cuenta cómo huyeron a Bérgamo en el norte de Italia. En esta época toda la familia vive del dinero ahorrado y de la venta de joyas. Cuando Italia capitula el 8 de septiembre de 1943, los alemanes ocupan el norte del país. «Vimos cómo los alemanes entraban por la ruta de Milán a Bérgamo.» Reaccionan enseguida y toman el próximo tren con dirección a la frontera suiza. En Villa di Chiavenna atraviesan al día siguiente la frontera en pequeños grupos acompañados por personas que les ayudan a huír. Llevan solo lo que pueden llevar encima. No les quedaba tiempo para hacer las maletas. Al poco tiempo llegan debilitados y llenos de angustia a una puerta en el cerco de la frontera. Los que les ayudan a huír, así lo relata, «simplemente rompieron el candado con una tenaza». Fue así de fácil. Pero de repente se encuentran en un pequeño bosque. Una franja fronteriza. Tierra de nadie. Solo les faltaba cruzar el cauce seco de un río, así les dijeron los hombres, y estarían en Suiza.

«A veces simplemente hay que tener suerte en la vida»

Cuando Vesna mucho mas tarde recorrió con su marido el trecho de su huída, vio que el cauce entretanto se había convertido en un río caudaloso. Así no hubieran podido llegar a Suiza. «A veces simplemente hay que tener suerte en la vida,» comenta.
A Vesna y a los otros les dio miedo cuando de pronto ven a tres soldados y temen que sean alemanes. Pero los soldados son realmente suizos. Los llevan al jefe de policía de Castasegna. Como es época de vacaciones al principio los alojan en una escuela y los vigilan. Vesna Frank ríe, «como si quisiéramos huír, pero estábamos felices de estar en Suiza». Finalmente se sienten seguros. Pero las apariencias engañan. Solamente se salvan de una extradición porque uno de los soldados interviene a favor de la familia judía frente al jefe de policía de Chur, la capital del cantón de los Grisones en contra de su superior. «Ese hombre nos salvó», dice y le brillan los ojos. Más tarde alojan a la familia en un campo de refugiados en una fábrica desocupada en Girenbad en el cantón de Zurich. «Recién en este campo tuvimos la certeza de estar a salvo.»

Argentina de todo corazón

Vesna Frank hasta hoy se siente profundamente vinculada con Suiza porque en última instancia le agradece su vida y la vida de muchos miembros de su familia a este país. Pero nunca llegó a ser suiza. Es argentina. En Suiza se casa con un argentino judío con raíces alemanas. Hoy no le parecería nada mal tener también un pasaporte suizo. Pero entretanto es ciudadana croata, » no por convicción sino porque, si hubiera la posibilidad de que nos devuelvan nuestra casa, solamente lo harían siendo nosotros ciudadanos croatas». La apátrida de una vez hoy es argentina de todo corazón. El 18 de Marzo de 1960 llegó a la Argentina con su marido Pedro Oppenheimer y aún hoy festeja ese día. «Porque llegué aquí con el deseo de encontrar una nueva patria», dice y sin embargo está consciente de que va a ser una extranjera toda su vida.

La AFI juega un papel muy importante en su vida

Vesna Frank, que ahora se llama Oppenheimer, enseguida se siente cómoda. Como ya había estudiado la lengua española en una academia de traductores en Ginebra, no tiene problemas con el idioma. Se adapta muy pronto y los judíos alemanes y la Asociación Filantrópica la acogen enseguida. La AFI juega un papel muy importante en su vida, también porque su suegro fue uno de los socios fundadores. Por eso para ella es una cuestión emocional el trabajar como voluntaria para dar su aporte a la comunidad.

El idioma que mejor domina es justamente el alemán

Vesna Frank, que hoy vive sola, destaca que si bien tiene muchos amigos y amigas judíos alemanes, ella misma sigue siendo yugoslava. Hace poco un conocido le preguntó cual es su lengua materna. «Es una buena pregunta, le contestó, porque «al principio hablé vienés con mi niñera, luego croata, al cual se añadió el italiano. Luego en Suiza estuve en un instituto inglés donde solo nos estaba permitido hablar inglés y francés y luego vine a la Argentina con el español.» El idioma que mejor domina es justamente el alemán. El idioma de sus perseguidores. «Domino el alemán sin errores, pero no es mi idioma». Ríe y cuenta que muchas veces les dijo a sus hijos «Cuando sea vieja y no esté bien de la cabeza y empiece a decir algo que ustedes no entienden, consíganme una acompañante croata».

Vesna Frank quiere viajar pronto con sus hijos a Zagreb para visitar el monumento familiar. La familia lo hizo construir después de la guerra para todos aquellos que perdieron la vida. Se detiene y dice que está segura que recién entonces podrá enterrar realmente a su padre. «Ese es mi deseo, porque luego de tantos años aún no he podido encontrar la paz.»