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LISEL WOHL

Lisel Wohl está dispuesta a relatar su historia. Lo hace con gusto una y otra vez. Cuando el año pasado estuvo de visita en su ciudad natal varias veces pudo dar testimonio. Contestó a las preguntas de un historiador ante un gran público en la caja de ahorros y de cientos de alumnos y alumnas en las escuelas. Y se asustó cuando vio lo poco que los jóvenes sabían de la época de los nazis.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Va directamente al grano con los duros datos de su vida

Nace en Dülmen con el nombre de Lisel Kahn el 18 de Abril de 1927. Aquí vive once años. Ni más ni menos. Lo suficiente como para darse cuenta de unas cuantas cosas como para contarlas. No hace falta preguntarle mucho.Va directamente al grano con los duros datos de su vida. » El 1 de Abril de 1933 entré a la escuela. Fue un día terrible para mí y para mi madre,» porque dos días antes el padre de Lisel se suicidó. El comerciante de ganado Kahn, que en la primera guerra mundial había estado aislado en la trinchera durante semanas, desde entonces sufría de depresiones. Desde algún tiempo sus amigos no querían saber nada de él porque era judío y se vislumbraba la amenaza de un boicot contra los negocios judíos. Todo eso fue demasiado para él.

«Cierre. Puertas cerradas. Tenemos judíos de sobra.»

También Lisel siente el antisemitismo que cada vez se hace más cotidiano. En los primeros dos años de la escuela tenía un maestro «al que no le gustaban los judíos. Yo no le caía bien. Para una niña de seis o siete años eso es muy triste.»
Para la familia Kahn ya no hay nada que les retiene en Alemania nazi. Con la abuela la madre prepara la emigración. Quieren viajar a Sudáfrica. Allí vive un pariente lejano del padre de Lisel, un hombre benefactor, «un señor Sonnenberg. El salvó a más de 100 parientes cercanos y lejanos.» Eso se sabe a través de relatos. Pero para Lisel y su familia ya es demasiado tarde. «Debe haber sido a principios de 1936 cuando el gobierno de Sudáfrica dijo: Cierre. Puertas cerradas. Tenemos judíos de sobra.»

Haber tenido un familiar en un país libre fue una gran suerte

Con este gran choque la madre de Lisel vuelve a movilizarse y le pide a su hermano, que vive en la Argentina desde 1914, de mandarle las anheladas llamadas. Haber tenido un familiar en un país libre fue una gran suerte, dice la hija y mira como si quisiera preguntar si está claro qué es lo que quiere decir. Aunque poco más tarde están en posesión de estos documentos que les salvarán la vida, transcurre más tiempo de lo que la madre quiere hasta que todos los documentos están listos. En Junio de 1938 llega el momento. Va a ver al cónsul argentino en Düsseldorf, pero este no le quiere dar la visa. «Naturalmente mi madre se asustó terriblemente» y le manda un telegrama a su hermano a Buenos Aires. «Éste conocía la mentalidad argentina y le mandó un telegrama de respuesta en el que decía «mándale al señor cónsul en Düsseldorf 2000 saludos». La madre entiende y va con el soborno (la coima) nuevamente a ver al cónsul. «Y hete aquí, cuando le llevaron al cónsul los pasaportes con el dinero dentro, en seguida le avisaron que las cuatro visas estaban prontas.» Los pasajes para el buque son para diciembre. En la noche de los pogromes no sufren mayores percances porque en la casa no vive ningún hombre. Recién al día siguiente ven lo que había sucedido. «Durante la noche la sinagoga fue incendiada. Teníamos una pequeña sinagoga muy linda en nuestra ciudad. Al maestro de religión que también era rabino, lo echaron por la escalera y lo persiguieron. Y a todos los hombres de la congregación judía al día siguiente los pusieron en la prisión.»

«¿En esta ciudad no sabían nada? La sinagoga ardió cuatro días y medio. ¿Y nadie vio ni olió nada?»

Lisel Wohl cuenta que les preguntó a los alumnos y a las alumnas qué fue lo que los abuelos les contaron sobre la noche de los cristales. «Ellos no sabían nada, fue la respuesta más frecuente,» cuenta, y la indignación se le ve aún hoy. «Yo me puse de pie y dije, «¿En esta ciudad no sabían nada? La sinagoga ardió cuatro días y medio. ¿Y nadie vio ni olió nada?» Ella sabe que los jóvenes no son responsables. Pero por eso es tan importante relatar historia. Y si es necesario una y otra vez.
También les contó a los alumnos y alumnas que a ella y su hermana menor no les estaba permitido ir a la escuela. «Naturalmente que nosotras nos pusimos contentas.» Se ríe, de niña una tiene una vista diferente de las cosas.

Las niñas tienen mucho miedo por la madre

Poco después del pogromo las niñas viajan con la madre y la abuela a Hamburgo. Los contenedores con todas sus cosas hace rato que están en el puerto. «Podíamos llevar solo 10 marcos por persona», igual que todos los otros judíos. Más no. La mejor amiga de la madre acompaña a la familia Kahn al buque y en último momento le quiere poner un prendedor con brillantes. Lisel se acuerda exactamente de la situación, de como le dice a su madre, «Oye Elli, yo te lo prendo ahora. Si me salvo, me lo devuelves, si no, puedes quedarte con él». Pero la madre rehusa por miedo a un control. Una buena decisión porque cuando poco tiempo más tarde suben la escalera del buque la escogen para un muestreo. «Estábamos de la mano de nuestra abuela y mamá no volvía y no volvía». Las niñas tienen mucho miedo por la madre. Le revisan el corpiño, las suelas de los zapatos por si había llevado algo de contrabando. Pero no pueden encontrar nada. Entonces puede ir a bordo. Viajan rumbo a la libertad. Nunca más tienen noticias de la mejor amiga de la madre. «Así fue. Esas son las pequeñas cosas de las que una se acuerda, ¿no?». Afortunadamente no perdió a miembros de su familia.

Elisa, como la llaman ahora, se siente a gusto en el cálido y afectuoso país

El nuevo comienzo en la Argentina no es fácil. Sin embargo a Lisel Wohl le gusta acordarse del comienzo, porque la gente siempre les ayudaba mucho. Nadie se ríe de ella porque no habla castellano. Elisa, como la llaman ahora, se siente a gusto en el cálido y afectuoso país. Después de 66 años le brillan los ojos cuando cuenta cómo su maestra, al estallar la guerra, le pide que vaya al frente de la clase y allí la abrazó y dijo, «miren, niños, esta es Elisa. Gracias a Dios pudo salvarse, porque en Europa ahora va a haber una guerra terrible y Elisa y su familia pudieron salvarse.»

Lisel es socia de la Nueva Comunidad, una congregación judía fundada por inmigrantes. En el grupo juvenil conoce a su futuro marido. También él es inmigrante. Se casan en 1947. Lisel ahora se llama Wohl de apellido y cuenta con 20 años de edad. Tienen dos hijas que hoy viven en Israel. Con ellas se encontró en Dülmen cuando la invitaron a ir. Una oportunidad fantástica, piensa. Cuatro años antes, cuando las hijas todavía eran «adolescentes» como dice ella, fue a visitar regularmente a su suegro en San Miguel. «Un día se me acercaron, «tu eres exactamente la persona que puede llegar a ser voluntaria un buen día.» Primero no quiso, pero más tarde fue suplente de un voluntario, a prueba.
De esto hace ya 38 años. «Desde entonces me levanto todas las semanas a las seis y estoy entusiasmada de poder venir aquí.» Viene todos los miércoles excepto cuando está de vacaciones. Y quizás algún día volverá a ir otra vez a Alemania, Entonces tampoco puede venir.

Lisel Wohl falleció inesperadamente de un infarto el 17 de Septiembre de 2005 en su departamento.