Toggle Menu

ILSE WEINSTEIN

Ilse Weinstein oye muy mal y durante la entrevista pregunta repetidamente si entendió todo bien. Su mala de audición es un problema muy grande para ella – ya desde hace muchos años. Por eso la menuda dama de 92 años no sale de su habitación en el Hogar Adolfo Hirsch muy a menudo. Es la habitación 110, pasillo colorado. Cada pasillo tiene un color diferente para orientarse mejor.

© Tim Hoppe

© Tim Hoppe

Sólo revela lo mínimo sobre si misma y sobre su historia

A Ilse Weinstein le gusta charlar pero «cuando estoy sola, me siento sola. Muy sola», dice y eso le causa un poco de tristeza. No demasiado porque hace un tiempo que ha hecho las paces con su mala audición. Charla todas las veces que puede. «Cuando se da la oportunidad de charlar» porque, continúa, «la gente no tiene paciencia». Ahora da la impresión que casi ha perdido la costumbre de relatar. Sólo revela lo mínimo sobre si misma y sobre su historia.

Nacida en Papenburg «cerca de la frontera holandesa» el 27 de Octubre de 1913, crece con el nombre de Ilse Mindus con una hermana mayor y un hermano menor. Aunque es judía va a una escuela católica de mujeres con maestras monjas . Mucho más no cuenta sobre la época antes de que los nazis gobernaran el país en Alemania. «Me fui con 23 años,» dice. Luego cuenta que a ella personalmente no le sucedió nada negativo en Alemania nazi, que ella no sufrió mucho. «Pero mis padres», dice y cuenta que a su padre lo internaron por un día y que lo dejaron libre pronto porque por casualidad un policía era amigo de los padres y ella iba al colegio de monjas junto a sus hijas. Eso fue cuando ella ya estaba en la Argentina, dice. Ella llegó en Marzo del 1937. Un conocido de su prometido de Buenos Aires, un señor Amerikaner, le había mandado un contrato de trabajo. Entonces le mandaron una llamada. Cuando este señor Amerikaner le sugiere que es mejor que él venga sin su prometida, su prometido le dice, «De ninguna manera, más tarde va a ser demasiado tarde.» Y posiblemente hubiera sido demasiado tarde. Ilse viaja junto a su prometido de Papenburg a Frankfurt, donde de prisa y sin muchos festejos se dan el sí. De ahí «viajamos al dia siguiente a Génova». De allí toman el buque con el nombre de Augustus a la Argentina. Dificultades no tuvieron, dice.

Está sumida en sus pensamientos. Sus ojos se llenan de lágrimas. Pero no puede llorar

Una vez arribada a Buenos Aires Ilse toma todas las medidas para mandar los documentos necesarios a Alemania. «Gracias a Dios que pudimos sacar a mi familia. Primero a mi hermana con su marido holandés. Y después a mis padres con mi hermano, a mediados de Noviembre. Poco después de la noche de los cristales. „No“, tiene que reflexionar, «llegaron al principio de 1939.» Así que vivieron los pogromes. ¿Y ella? ¿Puede ser que ella misma no haya tenido vivencias negativas? Le cuesta acordarse. Hace mucho que no habló con nadie sobre esa época en Alemania. Pero luego se acuerda. Sí, hubo algo. Cuenta que su prometido se escapó de los nazis «un par de veces». Casi siempre a Lörrach cerca de la frontera suiza. «Ya no se sentía seguro. Tenía miedo, pero siempre volvió.» Más no relata. Se alegra, y esto lo destaca repetidamente, que pudo rescatar a todos sus parientes cercanos. «Pero todos los tíos y las tías y todos los primos perecieron. Una familia con seis hijos. La otra con tres hijos. Todos, por desgracia. ¡Eso fue terrible!» Está sumida en sus pensamientos. Sus ojos se llenan de lágrimas. Pero no puede llorar. Luego levanta la vista y pregunta «Ud. seguro que conoce la historia. ¿Todavía se habla de eso en Alemania?» Que todavía se hable de eso en Alemania le parece bien. Sin embargo tiene una postura escéptica con respecto al país de sus antepasados y pregunta, si bien presiente la contestación, «¿Pero vuelve a haber mucho antisemitismo, no?

Cuando en los años 30 el antisemitismo se pone cada vez peor en Alemania, la joven Ilse trabaja con su tío en el pueblo de Felsberg, cerca de la ciudad de Kassel en la oficina como dice ella de un comercio al por mayor para tabaco y bebidas alcohólicas . Aquí vive con relativamente pocas molestias. Participa en un grupo juvenil judío, oye charlas, juega al tenis de mesa, pasea. Aquí conoce a su futuro marido. Como buena deportista es socia del club de gimnasia alemán. «Yo era buena en gimnasia. Y un día nos mandaron una carta diciendo, no directamente que nos vayamos, pero que sería mejor que nos retiráramos.» Eso fue en 1935 o 1936, posiblemente también antes. Hoy ya no se acuerda exactamente. En ese momento eso debe haber sido terrible para la joven, pero hoy lo que es deprimente para ella es que el tío con el que trabajaba, también pereció. Pero recién terminada la guerra se entera de lo mal que les fue a los miembros de su familia que dejaron atrás.

Ya no tiene nada que ver con Alemania

El joven matrimonio Weinstein se aclimata en la Argentina. Al principio Ilse vive con su marido en una habitación de una pensión, luego en un pequeño departamento y más tarde en un departamento más grande. Las cosas avanzan. Ilse Weinstein no tiene hijos. desgraciadamente, según dice. Desde que su marido falleció hace mucho tiempo vive sola. Hace unos años que vive aquí en el hogar donde se siente bien. Con Alemania ya no tiene nada que ver, excepto que recibe una pequeña jubilación porque había trabajado un par de años en la oficina de su tío. Alemania está lejos. Pero en sus pensamientos ella está allí mucho más de lo que ella quisiera. Aunque no tuvo que sufrir mucho bajo los nazis, según lo destaca continuamente, tiene que pensar mucho en ese tiempo. Sobre todo, porque está muy sola. Tiene mucho tiempo para pensar.